Silencio, Cuerpo y Escucha.

La sustancia del silencio, el cuerpo y la ampliación de la escucha.

¿Qué es el silencio? ¿Existe algún registro experiencial posible de silencio absoluto? Aún en esos experimentos en cámaras anecoicas, aún allí dentro, podemos escuchar los sonidos internos del funcionamiento de nuestro cuerpo. Entonces ¿Qué es el silencio?

Eso que yo llamo la sustancia del silencio, Barthes, en su libro “El susurro del lenguaje”, lo llama el susurro: “entidad musical, ruido que produce algo que funciona bien. El susurro denota un ruido límite, un ruido imposible. El ruido de lo que, por funcionar bien, no hace ruido. Lo tenue, lo confuso, lo estremecido, se reciben como signos de la anulación sonora: “susurrar es dejar oír la misma evaporación del ruido.”

¿Quién no ha tenido la experiencia de ir al campo, a la montaña, al río, a un lago, a cualquier lugar alejado de las ciudades y aglomeraciones humanas, y se ha dispuesto a la contemplación y a la escucha? En esos momentos, aparecen cantidad de sonidos que de otro modo no escucharíamos: el sonido del viento al rozar las hojas, el sonido del agua que corre, el sonido de los animales al desplazarse, el canto de los pájaros.

Para mí, esto siempre significo la sensación de entrar en una especie de burbuja, como si fuese otra realidad a la que para entrar es necesario quitarse algo de encima. Por eso, para mí, abrirse al silencio es como una forma de desnudarse. La generación de espacios de escucha para ir hacia el silencio es como ir quitándose capas y capas de ropas que obstaculizan esta conexión.

Alejandro Sacchetti , en el libro “El Párpado del oído”, habla del silencio como la interrupción del golpeteo en el tímpano. Como el instante que ocurre entre sonido y sonido, cito: “El sonido se inscribe en nuestro tímpano. La presión sonora golpea el tímpano, lo conmueve, “lo no-golpea”, calla. Cuando digo “lo no-golpea”, digo: inscribe un silencio, la marca se detiene con otra marca. La presión hace un silencio y este, le da sentido a la presión.” Esto es de tan inmensa sutileza, que resulta casi imposible tener consciencia de esta experiencia como tal. Sin embargo, creo que en la búsqueda del silencio y la pregunta sobre esto nos invita a la ampliación de la experiencia de percepción.

Percibir con todos los sentidos.
Ampliación de la escucha.

Silencio para la escucha

Se hace necesario afinar la escucha para poder abrirla a un mayor rango de sensibilidad. Para esto es fundamental silenciar lo más posible el ruido externo, para luego ir silenciando el ruido interno. Con ruido interno me refiero al tarabusteo (Cito a Pascal Quignard, del libro «El Odio a la Música»: “Tarabust es un viejo verbo francés que se refiere a ese tamborileo de la obsesión, que designa a ese grupo de sonidos asemánticos que desequilibran el pensamiento racional y que al hacerlo despiertan una memoria no lingüística.”), o sea, el dialogo interno que todos tenemos dentro, como un relator de radio que va desarrollando un constante e incansable farfulleo, no siempre lógico, no siempre en una misma línea, sino caótico y de pensamientos aleatorios que se manifiesta como un incesante ruido que nos impide estar en el presente, conectar, escuchar y percibir lo que sucede en el aquí y ahora. 

Cuerpo y Presencia

Esto me lleva a una cualidad que me parece muy necesaria para abrir a la escucha y que es el desarrollo de la capacidad de estar presentes aquí y ahora, con el cuerpo y todos los sentidos que, como antenas de recepción de wifi, estén disponibles a recibir.

En los tiempos que corren, se nos impulsa a estar pendientes del futuro, como en una constante carrera contra el tiempo llevada por la necesidad de “estar al día” para lograr el “máximo rendimiento”. También hay una tendencia a mantenernos anclados en el pasado, pues en esta carrera al futuro siempre estamos perdiendo, siempre atrasados. Hay una sensación de nunca estar en donde debemos estar. Es por esto que se hace necesario, y es casi revolucionario, entrenar la capacidad de estar presentes. 

El cuerpo nos ofrece una herramienta infalible para esto. Ir al cuerpo desde la consciencia, para entrenar la capacidad de escucha e ir vaciándose de ruidos externos, de comportamientos heredados, de hábitos socialmente aceptados pero que nos enajenan y nos desconectan de nuestra propia capacidad de escucha, de nuestra intuición y nuestra sabiduría interna, para acercarnos cada vez más a una versión más pura del silencio, y con ello, indefectiblemente, de nosotros mismos.

La realidad actual nos pone en jaque con este tema ¿Por qué da tanto miedo ir hacia adentro? ¿Por qué cuesta tanto encontrarnos con nosotros mismos? ¿Qué evitamos escuchar y ver de nosotros al llevar ritmos de vida compulsivos y rápidos? En la era de la comunicación ¿Qué nos sucede cuando nos vemos obligados a evitar el contacto físico con los otros? ¿Qué nos sucede con la falta de afecto, con esa capacidad de ser afectados por el contacto con el otro?

Voz y Escucha

En la práctica de la exploración de la voz y la resonancia, se hace necesario desarrollar la escucha y, para esto, la práctica del silencio como un estado de presencia. La escucha necesaria es aquella que se abre en la totalidad de sus múltiples dimensiones. 

Esto significa, no sólo la entendida como audición de un sonido, sino la escucha desde sus dimensiones multisensoriales, o sea: la de un cuerpo, de su respiración, de sus posturas, de sus movimientos, de la mirada, del tacto, de los gestos, de lo que está “a flor de piel”. Eso que escucho y percibo del otro, pero que no lo puedo clasificar. 

 

La voz y la escucha, en y desde la relación con el otro.

Hablamos de una escucha multidimensional, una escucha que es parte de un todo de sentidos, que se puede desarrollar para establecer un dialogo resonante y abierto con el otro. ¿Puedo transformar con mi voz la calidad de escucha del otro? ¿La calidad de escucha del otro puede transformar mi voz? ¿La calidad de escucha del otro puede transformar mi propia calidad de escucha? ¿Afectar es afectarse? ¿Tocar es ser tocado?

Pienso en la idea de que todos los sentidos son una derivación del tacto. Lo que veo, son ondas lumínicas que tocan mi retina. Lo que escucho, son ondas sonoras que tocan mi tímpano.

 

Cito a Nancy, del libro «A la Escucha»: “Cada sentido es un caso y una desviación de un “vibrar(se)” semejante, y todos los sentidos vibran entre sí, unos contra otros y de unos a otros, incluido el sentido sensato… Una vez admitido que el tacto da la estructura general o la nota fundamental del sentirse: en cierta manera, cada sentido se toca al sentir (y toca a los otros sentidos). Al mismo tiempo, cada modo o registro sensible expone más bien uno de los aspectos del “tocar (se)”(…) Sonar, para el cuerpo sonoro, no es sólo emitir un sonido, sino extenderse, trasladarse y resolverse efectivamente en vibraciones que, a la vez, lo relacionan consigo y lo ponen fuera de sí”

Escucha multidimensional.