El mapa no es el Territorio

“Eres el hijo de alguien” J. Grotowski.

Me gusta pensar en esta frase. Cada ser humano es un mundo en sí mismo y lleva en sí la sumatoria de las experiencias vividas, las propias y las heredadas. Las marcas de la historia, de los mandatos sociales y los lineamientos culturales. No sólo somos genética y biología, también somos una construcción erigida en relación al mundo que nos rodea.

 

Nuestro cuerpo da cuenta de esto. En él, como cicatrices, van quedando registradas todas estas vivencias que nos han ido dando forma. Aquellas que fueron creando hábitos de pensamiento, de comportamiento y de movimiento: Una identidad, una personalidad y una postura.

Como la madera del violín.

Dicen que un violín suena mejor cuanto más viejo es. Realmente, lo que lo vuelve sublime es cuanto más tiempo ha sido tocado. La madera del violín, con los años de uso, va siendo socavada por el viaje del sonido a través de sus vetas y esto le permite, con el tiempo, volverse cada vez más sensible y resonante. Pienso que, así mismo, el cuerpo va siendo dibujado por cada pensamiento, cada vivencia, cada palabra pensada o pronunciada, cada sentimiento o emoción. Así, estos múltiples y diversos recorridos van dejando su marca que, como un mapa, nos enseña por donde hemos transitado.

Nuestra historia queda impresa en el cuerpo como las vetas en la madera.

Pensando en el cuerpo, nuestros hábitos  han determinado nuestra postura. Ésta representa el mapa, pero no da cuenta de la totalidad del territorio corporal. ¿Cuántas aristas se nos escapan? ¿Cuán vasto es en realidad  el territorio de lo que somos como integridad?

Tomo la frase de Korzybisky “el mapa no es el territorio” y pienso que descubrir la amplitud del territorio corporal implica un acto de valentía. Atreverse a la experiencia de hallar todo eso de mí que he dejado en la sombra, a la vera del camino.

Ir a la aventura…

La palabra experiencia contiene la raíz peri- (del griego peiran), que entre sus variadas acepciones, significa: “ir a la aventura, travesía”, curiosamente se encuentra también en la palabra pirata. En ese viaje al que invita la experiencia, utilizamos como punto de partida lo más valioso que tenemos, el mapa de lo que hoy somos, nuestro cuerpo en su máxima sinceridad.

Desde allí, con la pregunta como timón y la voz como una brújula que nos guía, nos abrimos a recorrer las geografías del cuerpo, a desandar posturas, reformular hábitos y crear nuevos caminos. Finalmente pararnos frente al mundo con una  visión más renovada y descubrir la posibilidad  de una expresión más libre y expansiva.

 

Aprender a mirar con otros ojos.

Invito a la aventura de reconocernos… 

Comparto aquí algunos ejercicios para empezar a practicar la consciencia corporal. 

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La Pregunta en el Cuerpo


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