Como la madera del violín.
Dicen que un violín suena mejor cuanto más viejo es. Realmente, lo que lo vuelve sublime es cuanto más tiempo ha sido tocado. La madera del violín, con los años de uso, va siendo socavada por el viaje del sonido a través de sus vetas y esto le permite, con el tiempo, volverse cada vez más sensible y resonante. Pienso que, así mismo, el cuerpo va siendo dibujado por cada pensamiento, cada vivencia, cada palabra pensada o pronunciada, cada sentimiento o emoción. Así, estos múltiples y diversos recorridos van dejando su marca que, como un mapa, nos enseña por donde hemos transitado.